26 de julio de 2011

Capítulo 5

Retratos

No esperaba dormir mucho la primera noche –nuevo entorno, nueva cama, nueva vida- pero sorprendentemente me quedé dormido a los pocos minutos de meterme bajo las cubiertas de la pequeña cama del primer piso que elegí, y no desperté hasta cerca de las diez de la mañana.
Me siento bien mientras uso el baño en suite. Refrescado. El sol apareció a través de las nubes y brilla directamente sobre mi cama cuando salgo del baño. Me acuesto sobre las mantas y disfruto de los rayos del sol, sonriendo ligeramente.  Por un momento pienso en la suite de Gret... las tripas de rata... el inicio de las pesadillas. Pero estoy de muy buen humor para insistir en todo eso. Sacudiendo mis libres pensamientos, me voy abajo para un desayuno tardío.
Estoy terminando mis cereales y masticando mi tercera rebanada de pan tostado cuando Dervish entra por la puerta trasera. Ha estado corriendo. La cara enrojecida, sudorosa y jadeante.
—Te miré… más temprano, —jadea, girando su cuello, moviendo sus brazos y piernas. —no tuve corazón para despertarte.
—No suelo dormir hasta tan tarde, —sonrío con aire culpable.
—Eso espero. —Se estira, levanta las manos sobre su cabeza mientras cuenta hasta diez, luego relaja, acerca una silla y se sienta. —¿Qué planes tienes para hoy?
—No estoy seguro, —admito nerviosamente. —Estoy acostumbrado a que las enfermeras planeen el día por mí.
—He estado pensando en la escuela. —dice Dervish. —Lo ideal seria que comenzarás rápidamente, pero están a mediados del plazo. Tendrías que ponerte al día apenas descanses. Creo que sería más fácil si esperaras hasta el verano, cuando puedas entrar junto con el resto de la clase.
—OK. —Me siento aliviado –temía el regreso a la escuela.
—Si quieres, te puedo dar algunas lecciones, o podemos inscribirte en clases particulares, —Dervish continúo. —Te has perdido de mucho, y sospecho que tendrás que repetir un año, —pero si trabajas duro hasta el verano…
—No estoy preocupado por repetir, —murmuro. —Si estuviera en mi vieja escuela, me gustaría seguir con mis amigos. Pero ya que comenzaré de nuevo, no importa realmente a qué clase entro.
—Me gusta esa forma de pensar, —Dervish sonríe. —OK, vamos a despedirnos de las rutinas pesadas, pero de manera diferente aprendiendo poco a poco –te oxidarás si no mantienes tu cerebro activo.
—¿Y hoy? —Pregunto. —¿Qué debería hacer?
—Conocer la disposición del terreno, —Dervish sugiere. —Explora la casa. Echa un vistazo a las propiedades circundantes y a los campos vecinos –no tendrás problemas si los traspasas, siempre y cuando que no te metas con el ganado. Podrías dar un paseo al pueblo y dejar que las malas lenguas se te queden mirando boquiabiertos –estoy seguro que se están muriendo por ver al chico nuevo. Puedes comenzar mañana con las tareas del hogar.
—¿Tareas del hogar?
—Barrer, limpiar, cosas como esas.
—Oh. —Eche un vistazo alrededor. —Pensé que… un lugar tan grande… tendrías una sirvienta o alguien así.
—¡Sirvienta No! —Se ríe Dervish. —Tengo una mujer que viene una vez a la quincena para sacar el polvo de los dormitorios, pero eso es toda la ayuda externa. Vas a tener que ganarte tu manutención aquí, mi chico. Pero comenzaremos con la labor de esclavos mañana, como ya he dicho. Habitúate primero. Tómatelo con calma. Disfruta. —Él se levanta y su expresión se entristece. —Infiernos, debes tener algo de diversión después de todo lo que has pasado.

Voy a la villa primero. Valle Carcery es atractivo, tranquilo y pintoresco. Bonitas casas blancas o de color crema, gente sonriente, un ocasional coche pasa bajando por la calle principal. Me paseo por el pueblo, familiarizándome con su distribución. Paso por la escuela –es más grande de lo que pensaba. Es la hora de almuerzo y los estudiantes están en el patio, gritando, riendo, jugando futbol. No me acerco.
Nervioso. He estado meses relacionándome estrictamente con adultos. Ya casi he olvidado como son las personas de mi edad y como llevarme bien con ellos.
No hay muchas tiendas, y muy poca selección de bienes. Necesito ropa nueva, pero medias y ropa interior es lo que tienen todos los establecimientos locales para ofrecer. Supongo que habrá una ciudad a poca distancia a la que Dervish pueda llevarme. Le preguntaré a mi regreso.
Las personas en las tiendas y en las calles me miran curiosamente pero sin suspicacia. Sigo esperando que pregunten mi nombre o hagan algún comentario: —Tú debes ser el nuevo inquilino—, ó— Tú no eres de por aquí, ¿verdad?- sino que simplemente asentían amablemente y me dejan en mis asuntos.

Temprano en la tarde. Vagando por la mansión. Recorriendo las habitaciones.
Sabía en el instante en que llegué que era una casa monstruosa, pero sólo el día de hoy me di cuenta de lo enorme que era. No tenía ningún rincón o pulgada modesta. Todo era exagerado y extravagante. Me siento fuera de lugar. Estoy acostumbrada a casa con terrazas modestas, papel mural de las cadenas de tiendas, muebles comprados de brillantes catálogos, bestsellers de bolsillos y guías de referencia en las estanterías.
Sin embargo, con lo torpe que me siento en esta enorme y ornamentada casa, no tengo miedo. A pesar de que huele a historia, y esta llena de armas bárbaras y elementos grotescos como el tanque de las pirañas, no tengo temor. No tengo escalofríos por mi columna vertebral al pasar por los grandes corredores (como cuando pasaba por amplios callejones donde yo vivía). No me imagino monstruos que acechan debajo de las camas, o demonios riéndose en las sombras.
Esta casa es segura. Estoy protegido dentro de estos muros. No sé como lo sé –pero lo hago.

La sala de los retratos. He estado aqui quince, quizá veinte minutes, estudiando los rostros de mis familiares. La mayoría son extraños, rostros desvanecidos de un pasado largamente olvidado –muchos de ellos jóvenes, sólo adolescentes- pero algunos son familiares. Veo al Abuelo Grady, my tía abuela Martha, algunos primos que conocí cuando era más pequeño, todos los cuales habían muerto en el transcurso de mi corta vida.
Busco mi imagen, pero no estoy entre ellos. Papá y Gret lo están, sin embargo, en nuevos cuadros. Fotos recientes. Recuerdo el día en que fueron tomadas, el verano pasado, cuando estábamos de vacaciones en Italia.
No hay una foto de Mamá. Voy por todos ellos otra vez, pero ella no esta aqui. Nosotros dos estamos ausentes.

Comprando ropa, a veinte millas de Valle Carcery, en un gran centro comercial. Una gran cantidad de personas y ruido. Me siento perdido en la multitud. Dervish se apega a mí, sintiendo mi nerviosismo.
Brochetas cuando terminamos de comprar. Calientes y jugosos. Dervish mordisquea lentamente el suyo, con delicadeza. Termino primero que él. Sorbiendo mi último trago de Coca-Cola. Lo estudio mientras él come. Me pregunto si debo mencionar la ausencia de Mamá y la mía en la sala de los retratos.
—Una pregunta sin respuesta es la cosa más inútil del mundo, —dice Dervish, sorprendiéndome. No mira hacia arriba. Se traga su comida. Espera.
—Estaba mirando las fotos y retratos en la sala hoy, —comienzo.
—¿Y quieres saber por qué hay tantos adolescentes?
Fruncí el ceño. —No. Quiero decir, me di cuenta de eso, pero esto era curiosidad sobre Mamá y yo. Usted tiene fotos de Papá y Gret, pero no de nosotros.
—Oh. —El  hace una mueca. —My faux pas. (Francés: Mi paso en falso o metedura de pata). La mayoría de la gente se pregunta sobre los adolescentes. Las fotos y los retratos son todos los miembros muertos de la familia. Me gusta enmarcarlos como eran cerca del final de sus vidas, por lo que la mayoría de las fotos fueron tomadas poco antes de la muerte del sujeto. Nuestra familia tiene una trágica historia –muchos de ellos han sido asesinados jóvenes- lo cual es porque hay tantos pubescentes allá arriba.
Se limpió el contorno de la boca con una servilleta, con cuidado la suciedad y la dejó a un lado. —En cuanto a porque Sharon no esta incluida, es simple -no es pariente. Todos en esos muros son familiares de sangre. Es la tradición familiar. Pero yo tengo muchas fotos de ella, como también de Cal y Gret, en álbumes que eres libre de hojear.
—Quizá más tarde, —sonrío. —Solo quería estar seguro que no había una razón oculta por la que no estábamos incluidos con los demás.
—Toda está sobre el tablero conmigo, Grubbs, —Dervish dice, mientras da sorbos a su taza de café sin quitarme los ojos de encima. —Bien –casi todo.

Tarde. Cerca de la medianoche. En pijama. Sin zapatillas, dejé mi viejo par en el hospital y olvidé comprar unas nuevas hoy. El suelo de piedra es helado. Tengo que mantener mis dedos en movimiento para mantener el calor.
Me dirijo de nuevo a la sala de los retratos. Los estudio a la luz de la luna, la mayoría de los rostros ocultos por las sombras. Centrándome en los adolescentes. Decenas de ellos, todos de mi edad o un poco mayores. Me pregunto por qué los rostros de los jóvenes muertos me fascinan, y por qué me siento incomodo.
Estoy de vuelta en mi habitación, en la cama, antes de que se me ocurra la respuesta y pierdo la esperanza de dormir en un instante. En el restaurant, Dervish dijo no simplemente que muchos de nuestros miembros de la familia habían muertos jóvenes –el dijo que los habían matado.


24 de julio de 2011

Capítulo 4

El Gran Tour

      Dervish conducía como un loco, a unas cien millas por hora. El Viento rugiendo. Campos borrosos. No había oportunidad de hablar o estudiar el paisaje. Me pasé el viaje con el rostro apretado entre los omoplatos de mi tío, aferrándome a mi querida vida.
Finalmente, llegando a una pequeña villa, él fue más lento. Di un vistazo y capté el nombre en un cartel a medida que salíamos. Villa Carcery.
—Valle Carkerry, —murmuro.
—Se pronuncia Car-sherry, —gruñe Dervish.
—Aquí es donde vives, —observo, recordando la dirección de las tarjetas que escribía y enviaba con Mamá y Gret. (A Mamá no le gustaba el tío Dervish pero ella siempre le enviaba tarjetas de Navidad y cumpleaños).
—En realidad, vivo a unas dos millas más allá, —dijo Dervish, adelantando cuidadosamente a un tractor y saludando al conductor. —Es bastante solitario donde estoy, pero hay muchos niños en el pueblo. Puedes entrar cuando quieras.
—¿Ellos saben acerca de mi? —pregunto.
—Sólo que eres un huérfano que viene a vivir conmigo.
Un camino sinuoso. Con una gran cantidad de baches los cuales Dervish era experto en desviar. Los lados de la carretera están bordeados de árboles. Crecían muy juntos, bloqueando todo salvo los más delgados rayos de luz del sol. Oscuro y frío. Me presiono más cerca de Dervish, abrazando el calor de él.
—Los árboles no se extienden hasta muy lejos, —el dice. —Puedes bordearlos cuando vayas al pueblo.
—No tengo miedo, —murmuro.
—Por supuesto que sí, —rió entre dientes, luego miró hacia atrás rápidamente. —Pero tienes mi palabra que no hay necesidad de tenerlo.

Chez (en casa de) Dervish. Una enorme casa. Tres plantas. Construido a partir de toscos bloques, casi tan grande como esos que he visto en las pirámides. Tenia forma de L. Una parte que sobresale al final está hecha de ordinarios ladrillos rojos y no se ve como el resto de la casa. Tenía muchas decoraciones de madera en la parte superior y en los lados. Un tejado de pizarra con tres enormes chimeneas. El techo de la sección de ladrillo es plana y la chimenea es pequeña en comparación con las otras. Las ventanas de la planta baja se extienden del piso hasta el techo. Las ventanas de los pisos superiores son más pequeñas, redondas y con diseños en las vidrieras de colores. En la sección de ladrillo, eran muy comunes.
—No es mucho, —dijo Dervish con ironía, —pero es mi hogar.
—Este lugar debe haber costado una fortuna, —dije sin aliento, de pie junto a la motocicleta, mirando fijamente la casa, casi con miedo a aventurarme más cerca.
—No realmente, —dice Dervish. —Era un desastre cuando la compré. No tenía techo ni ventanas, el interior estaba destrozado por la exposición a los elementos. La planta baja era utilizada por un granjero local como corral de cerdos. Viví en la extensión de ladrillos durante años mientras restauraba la construcción principal. Sigo teniendo la intención de echar abajo la extensión -no la uso para nada, y difiere de la estructura principal- pero nunca parezco convencerme de hacerlo.
Dervish se quitó el casco, me ayudó a quitarme el mío, luego caminamos alrededor de la parte exterior de la casa. Explica sobre el arquitecto original y la cantidad de trabajo que tuvo que hacer para dejar la casa habitable de nuevo, pero no lo escucho con demasiada atención. Estoy demasiado ocupado evaluando la mansión y el terreno circundante –una serie de campos abiertos, con ovejas y ganado en algunos de ellos, un pequeño bosque al oeste que recorre todo el camino hasta el Valle Carcery, no habían casas vecinas que pudiera ver.
—¿Vives aquí solo? —le pregunto cuando volvemos a la parte delantera de la casa.
—Más o menos, —dijo Dervish. Un granjero posee la mayor parte de la tierra y el se opone al superdesarrollo. Es viejo. Supongo que sus hijos lo venderán en parcelas cuando el muera. Sin embargo, durante los últimos veinte años he tenido toda la paz que un hombre puede desear.
—¿No se siente solo? —pregunto.
—No, —dice Dervish. —Soy bastante solitario por naturaleza. Cuando tengo necesidad de compañía, es cosa de dar un corto paseo al pueblo. Y yo viajo mucho, tengo amigos en todo el mundo.
Nos detenemos en las gigantescas puertas frontales, un par de ellas, como la entrada de un castillo. No hay timbre –solo dos gruesas gárgolas- en forma de aldabas, las cuales miro con recelo.
Dervish no abre las puertas. Me esta estudiando en silencio.
—¿Has perdido las llaves? —pregunto.
—No tenemos que entrar, —dice. —Creo que podrías llegar a amar este lugar con el tiempo, pero es demasiado de asimilar en un principio. Si prefieres, podrías quedarte en la extensión de ladrillo, se que es una monstruosidad, pero el interior es acogedor. O podemos conducir al valle y tu puedes pasar unas noches en B&B hasta que te orientes.
Era algo tentador. Si la casa era la mitad de espeluznante en el interior como lucia desde aquí, seria algo difícil adaptarse. Pero si no me mudaba ahora, estoy seguro que la casa comenzaría a ser mucho más espeluznante en mi imaginación de lo que nunca podrá ser en la vida real.
—Vamos, —sonrío débilmente, levantando una de las gárgolas aldabas y golpeándola con fuerza. —Lucimos como un par de idiotas, estando aquí. Entremos.

* * * * *

El interior era frio, pero estaba muy iluminado. No estaba alfombrado –todo era baldosa o piso de piedra- pero había muchos tapetes y esteras. No había papel tapiz –algunas paredes estaban pintadas, otras sólo la piedra al natural. Lámparas de araña en el vestíbulo principal y el comedor. Lámparas colocadas en las paredes en las otras habitaciones.
Librerías por todas partes, la mayoría de ellas llenas. Tableros de ajedrez también, en todas las habitaciones –Dervish debe estar tan interesado en el ajedrez como Mamá y Papá. Antiguas armas colgaban de muchas paredes –espadas, hachas, mazas.
—Para cuando llame el cobrador de impuestos, —dice solemnemente Dervish, levantando una de las grandes espadas. La balancea sobre su cabeza y ríe.
—¿Puedo probar eso? —pregunto. Él me la da. —¡Maldita sea! —Es P-E-S-A-D-A. Pude levantarla a nivel del muslo pero no mucho más. Hice una rápida de revaloración de tío Dervish –luce enjuto como una rata, pero debe tener músculos escondidos bajo toda la mezclilla.
Deambulamos por las habitaciones de la planta baja. Dervish explicaba para que fueron usada cada una en el pasado, señalando los elementos de interés especial, tales como la cabeza de un oso disecado que tiene más de doscientos años de antigüedad, una jaula donde había un buitre vivo, clavos oxidados que los Romanos utilizaban para crucificar a la gente.
Había un gran tanque de peces vacio en una sala de estar principal, en frente de una pared. Dervish se detiene y golpea ligeramente la estructura con las uñas. —El último propietario de este lugar –antes de que se fuera a la ruina- era un tirano llamado Lord Sheftree. Mantenía pirañas vivas en el tanque. Un día, una mujer se presentó con un bebé –ella afirmó que era suyo, y le pidió dinero para pagar su mantenimiento.
Dervish se agachó y miró el interior del abandonado acuario, como si todavía alrededor estuviera lleno de peces multicolores.
—Lord Sheftree la invitó a quedarse por un noche, —el dice calmadamente. —Mientras ella estaba durmiendo, se deslizó en su habitación y le quitó el bebé. Lo trajo hasta aquí y alimento con él a las pirañas. Luego sacó los huesos y los enterró. La mujer levantó al todopoderoso infierno, pero los equipos de búsqueda no pudieron encontrar el cadáver y nadie la había visto llegar con un niño –por lo que no había pruebas de que alguna vez tuvo uno. Ella despotricaba y deliraba y con el tiempo fue llevada a un asilo mental. Ella se ahorco ahí.
—Años más tarde, cuando Lord Sheftree era un hombre viejo y su mente divagaba, se jacto sobre el asesinato con una de sus criadas, y le dijo donde había enterrado los huesos. Ella los desenterró e informó a la policía. Ellos vinieron a arrestarlo, pero los aldeanos locales llegaron primero. Fue encontrado descuartizado en pequeños trozos –todos los cuales habían sido arrojados al tanque de las pirañas.
Dervish se detuvo y yo lo miré silenciosamente intimidado.
Se levantó y me enfrentó. —No estoy diciendo esto para asustarte, —dice sonriendo, —pero esta casa tiene una larga y sangrienta historia. Hay decenas de historias de terror, ninguna tan horrible como esa, pero todas revuelven bastantes las tripas. Creo que es mejor que tú conozcas su pasado ahora, de mí.
—¿Está… ¿Está la casa embrujada? —resuello.
—No, —respondió seriamente. —Es segura. No te habría traído aquí si no lo fuera. Si las pesadillas del pasado te resultan demasiado agobiantes, eres libre de irte. Pero no tienes nada que temer del presente.
Asentí lentamente, pensando sobre Lord Sheftree y sus pirañas, preguntándome si tenía el valor de pasar la noche en una casa como esta.
—¿Estás bien? —preguntó Dervish. —¿Te gustaría salir a tomar aire fresco?
—Estoy bien, —murmuro, dándole la espalda a la pecera, actuando como si oyera ese tipo de cosas todo el tiempo. —¿Qué hay arriba?

En su mayoría habitaciones en el primer piso. Todas están equipadas, las camas recién hechas, aunque Dervish dice que solo cuatro o cinco de las habitaciones se han utilizado desde que renovó la mansión.
—¿Por qué molestarse con las camas entonces? —Pregunté.
—Si algo vale la pena hacerlo, vale la pena hacerlo bien. —dijo riendo.
Algunas de las camas eran de cuatro postes, importadas de países extranjeros, con historias tan antiguas y macabras como las de la casa. Sólo cuando Dervish estaba contándome sobre una cama en particular, en la cual un aristócrata Francés se ocultó por cuatro meses durante la revolución, pensé cuan mucho debe haberle costado.
—¿Qué haces? —le pregunto a mi tío. Suena ridículo, pero no recuerdo a Papá o Mamá mencionar el área de trabajo de Dervish.
—Escarceó con las antigüedades, —dice. —Los libros raros son mi especialidad –en particular los libros sobre lo oculto.
Dervish me mira inquisitivamente –No hemos mencionado a los demonios desde que me recogió en el instituto. El me esta ofreciendo la ocasión de hablar sobre ellos. Pero no estoy dispuesto a discutir sobre el Señor de la Destrucción y sus secuaces aún.
—Tienes que ser bueno en ello, para permitirte un lugar como este, —le digo, deslizándome fuera de las grandes cuestiones y problemas.
—Es un hobby, —objeto, guiándome por un largo pasillo lleno de retratos y fotografías. —El dinero es bueno, pero no te preocupes mucho por él.
—Entonces, ¿cómo pagas todo esto? —pregunto entrometidamente.
Dervish acelera el paso. Creo que el está evitando la pregunta, pero luego se detiene en uno de los retratos más antiguos y lo señala. —¿Lo reconoces?
Estudio el rostro del anciano –surcado de arrugas, con una nariz grande, pero por otra parte poco espectacular. —¿Es famoso? —pregunto.
—Solo para nosotros, —dijo Dervish. —El es tu tátara-tátara-tátara-abuelo. Bartholomew Garadex. Ese era el nombre original de la familia, de nuestro lado paterno que luego se redujo a Grady cerca de los tiempos de mi bisabuelo. —Señala un retrato cercano. —Ese es él. —Agitando una mano, en general, añade. —Todos ellos son parte de nuestra familia. Garadexes, Gradys, Bells, Moores, si uno de nuestros parientes ha sido fotografiado o pintado lo más probable es que estén aquí.
Volviendo al retrato de mi tátara-tátara-tátara-abuelo, el dice, —Bartholomew era notablemente inteligente. El comenzó con nada pero había amasado una fortuna para el momento de su muerte. Todavía estamos viviendo de ella –por lo menos, yo lo hago, Cal prefirió hacer su propio camino en el mundo,  y solo echa mano en las arcas de la familia en emergencias.
—¿Cuánto queda? —pregunto.
—Bastante, —dijo Dervish vagamente. —Tu tátara-tátara-abuelo –un bisnieto de Bart- perdió la mayor parte de ella. Luego su hijo –el que cambió el nombre de la familia- la restauró. Desde entonces ha sido bastante constante, ya que mucho de ellos invirtieron en acciones y propiedades las cuales producen beneficios estables.
—¿A quién ira esta cuando… —me detengo y ruborizo. —Quiero decir, ¿Quién es su heredero?
Dervish no me responde inmediatamente. El mira el rostro en el retrato, como si la viera por primera vez. Luego mira hacia otro lado y dice en voz baja, —No tengo hijos. He querido proporcionar parte de los vienes a varios amigos y sus causas. Yo siempre supuse que la mayoría de mis bienes irían para Cal y sus hijos. Puesto que eres el único superviviente…
Mi estómago se tensa –Dervish suena como si me acusara de preocuparme más por el dinero que por mi familia. —Me gustaría cambiar cualquier fortuna si pudiera traer a Mamá, Papá y Gret de vuelta. —gruñí.
—Por supuesto que sí. —Dervish frunce el ceño, me mira extrañamente y me doy cuenta que solo imaginé la acusación.
—Vamos, —dice Dervish —Hay otro piso para explorar –y un sótano.
—¿Un sótano? —pregunto con nerviosismo.
—Sí, —dice. —Ahí es donde entierro los cuerpos.
Me congelo, y él tiene que detenerse y darme un amplio guiño antes de que capte la broma.

Un gran espacio del segundo piso ocupado para el almacenamiento –habitaciones llenas de cajones, estatuas y cajas de libros. Hay un par de pequeñas habitaciones, incluyendo la de Dervish, y la habitación principal –su estudio.
A diferencia de cualquier otra habitación de la mansión, el estudio de Dervish estaba alfombrado y las paredes estaban recubiertas con paneles de cuero. Era una sala colosal, del tamaño de siete u ocho de los dormitorios, con dos escritorios más grandes que la mayoría de las camas que he visto. Había estanterías de libros, las cuales tenían diminutos números de libros que estaban cuidadosamente organizados. Él tenia un PC, un ordenador portátil, una maquina de escribir, varios cuadernillos para escribir y una gran cantidad de bolígrafos. Había cinco juegos de ajedrez en la habitación, cada uno diferente; uno hecho enteramente de cristal, otro con piezas de oro sólido. Una espada y un hacha colgaban de cada pared, sus pomos incrustados con piedras preciosas, sus hojas brillando intensamente.
—Esto es salvaje, —sonrío, rodeando el estudio, revisando algunos títulos de los libros –todos tenían que ver con fantasmas, hombres lobos, magia y otros temas relacionados con lo oculto.
—Uno de mis más raros hallazgos, —dice Dervish, cogiendo un libro y sonriendo mientras lo hojea.
—Lo bueno de tener un montón de dinero es no tener que vender para sobrevivir.
—¿No tienes miedo de los ladrones? —pregunto. —¿No estaría más seguro esto en un museo?
—El contenido de este sitio esta protegido, —dice. —Cualquier persona es libre de saquear el resto de la casa como les plazca –pero no pueden tomar nada de aquí.
—¿Qué clase de sistema de seguridad usas? —pregunto. —¿Láser? ¿Sensores de calor?
—Magia
Comienzo a sonreír, pensando que esto otra de sus bromas, pero su expresión sombría me pone nervioso.
—He lanzado algunos de mis hechizos más poderosos en esta sala, —dice. —Todo el que entra sin mi permiso se encontrará con serios obstáculos. Y yo no uso es expresión a la ligera.
Dervish se sienta en el gran sillón de cuero detrás de uno de los escritorios y se balancea suavemente de derecha a izquierda mientras se dirige a mí. —Sé que no hay nada tan tentador como la fruta prohibida, Grubitsch, pero tengo que pedirte que no entres a la habitación cuando no este aquí. Hay conjuros que puedo lanzar para protegerte -y hechizos que te puedo enseñar cuando estés listo para aprender- pero es mejor no tentar la suerte.
—¿Eres… —Tengo que humedecerme los labios para continuar. —¿Eres un mago?
—No, —se rio. —Pero conozco muchos caminos de la magia. Bartholomew Garadex era un mago –entre otras cosas- pero no ha habido ninguno en la familia desde entonces. Los magos reales son poco frecuentes. Tu no puedes convertirte en uno –tu tienes que haber nacido con ella. La gente común como tu y yo puede estudiar magia y hacer que funcione en cierto grado, pero los verdaderos magos tienen el poder natural para cambiar la forma del mundo con solo chasquear sus dedos. No serviría de nada tener mucha gente con ese tipo de poder dando vueltas por ahí. La naturaleza nos limita a un o dos por siglo.
—¿Es… —Odio decir su nombre en voz alta, pero debo hacerlo. —¿Es el Señor de la Destrucción un Mago?
Los ojos de Dervish se oscurecen. —No. Él es el señor de los demonios. Él es tan superior a los magos como los magos del resto de nosotros.
—Cuando yo… estaba escapando… usé la magia.
—Para pasar por la entrada del perro. —Él asiente. —Muchos de nosotros tenemos el potencial mágico. Por lo general permanece inactivo, pero la presencia de los demonios te permitió aprovechar el tuyo. La magia dentro de ti reaccionó a ellos. Sin ella, hubieras muerto, junto con los demás.
Me quedo sin palabras frente al Tío Dervish. Habla de manera honesta, por su total naturalidad, el podría estar hablando de un problema matemático. Hay tanto que quiero preguntar, tantas preguntas. Pero este no es el momento. No estoy preparado.
Me rasqué la cabeza y arranco un largo cabello rojo de detrás de mi oreja izquierda. Lo froto entre mis dedos hasta que se cae, entonces miro a Dervish y sonrió vacilantemente.
—Estaré de acuerdo en permanecer fuera de su estudio si ti haces algo por mí a cambio.
—¿Qué? —pregunta, y puedo decir que esta esperando una gran petición.
—¿Podría llamarme ‘Grub’? No puedo soportar ‘Grubitsch.’

El sótano esta lleno de bastidores de vino y botellas polvorientas.
—Mi otro gran amor, aparte de los libros, —Dervish ronronea, limpiando la etiqueta de una botella verde. El avanza, las luces se encienden delante de él mientras camina. Me pregunto si se trata de magia, hasta que diviso un sensor detector de movimiento sobre su cabeza.
—¿Bebes vino? —pregunta, guiándome a uno de los muchos pasillos de la bodega.
—Mamá y Papá nos dejaban beber una copa en la cena a veces, pero realmente no me gusta.
—¡Impactante! —desaprueba. —Voy a tener que educar tu paladar. El vino es tan variado e imprevisible como la gente. Hay algunas cosechas con las que no puedes llevarte, no importa cuando famosa o popular sea, pero siempre encontrarás alguna que te guste -si buscas lo suficiente.
—Se detiene, escoge otra botella, la evalúa y la sustituye. —Yo vago durante horas aquí abajo algunos días, —suspira. —La mitad del placer de tener una colección tan buena es olvidar lo que hay aquí y volver a descubrirlo por casualidad años más tarde. La elección de una botella puede ser casi tan divertida como el beber de ella. —Resopla. —‘¡Casi!’
Volvemos a la escalinata que conduce a la concina y él se detiene. —Tengo que pedirte que no vengas por aquí tampoco, —dice. —Pero esto no tiene nada que ver con hechizos o magia. La temperatura y la humedad en que se mantienen es la justa. —Junta el pulgar y el índice izquierdo. —Soy bastante fácil de llevar cuando se trata de posesiones materiales, pero en cuanto a mi vino concierne, soy increíblemente malhumorado. Si causas algún accidente… —Sacudió la cabeza sombríamente. —No diría tanto, pero en silencio te despreciaría para siempre.
—Voy a mantenerme alejado, —me río. —Iré a la bodega de vinos solo si quiero emborracharme.
Dervish sonríe y lidera el camino hacia arriba. Las luces se apagan automáticamente detrás de nosotros, dejando el sótano en una fría, oscura precisión.

* * * * *

—Y eso es todo.
De vuelta en donde comenzamos, la sala principal, bajo la gigante lámpara-araña. Dervish mira su reloj. —Por lo general ceno a cualquier hora entre las cinco y las siete. Puedes comer conmigo –soy un pequeño cocinero ingenioso, si puedo decirlo yo mismo- o puedes hacer tu propia comida y te alimentas en cualquier momento. El congelador está repleto de pizzas y cenas de microondas.
—Comeré con usted, —le digo.
—Entonces te gritaré cuando este listo. Mientras tanto, siéntete libre de explorar dentro o fuera. Y recuerda –no puedes sufrir daño aquí.
Se dirige al conjunto de anchas escaleras de mármol que conduce a la primera y segunda planta.
—¡Espere! —lo detengo. —Nunca me mostró mi habitación.
Dervish se golpea la frente en broma. —Ya te acostumbrarás a eso. —Se ríe. —Siempre paso por alto lo obvio. Bueno, hay catorce habitaciones para elegir –cualquiera excepto la mía es tuya si la quieres.
—¿Usted no tiene una habitación destinada para mi? —Pregunto sorprendido.
—Pensé en eso, —responde. —Pero decidí permitirte elegir por ti mismo. Puedes probar tantas como quieras. Si deseas permanecer en el piso superior, cerca de mi, puedes –aunque las habitaciones son muy modestas en comparación con las del primer piso.
El consejo es un imaginario sombrero para mi, entonces trota las escaleras hasta su estudio.
Estando solo en la enorme sala. La casa cruje a mi alrededor. Me estremezco, luego recuerdo la promesa del Tío Dervish –No puedes sufrir daño aquí. Sacudí la piel de gallina antes de que se afianzara.
Recojo mi maleta, la cual deje en la puerta principal cuando llegamos, subo las ornamentadas escaleras y voy en busca de las bien cuidadas, extensa variedad de habitaciones para poder dejar mis pertenencias y llamarla mía.

7 de julio de 2011

Capitulo 3


3. DERVISH

Perdido. El tiempo parece un circulo interminable. Acontecimientos erráticos. Revoloteando dentro y fuera de la realidad. Momentáneamente aquí, entonces lejos, reclamado por la locura y los demonios.
Claridad. Una habitación cálida. Agentes de policía. Estoy envuelto en mantas. Un hombre con cara amable me ofrece una taza de chocolate caliente. La acepto. Esta haciéndome preguntas. Sus palabras se diluyen en el aire.
Mirando el líquido oscuro de la taza, empiezo a alejarme de la realidad. Para evitar el retorno a las pesadillas, levanto mi cabeza y me centro en los labios en movimiento.
Durante mucho tiempo, nada. Luego susurros. Aumentan. Como si alguien subiera el volumen del televisor.
No todas sus palabras tienen sentido, hay un sonido de eco dentro de mi cabeza, pero entiendo el concepto general.
Está preguntándome acerca de los asesinatos.
Demonios—, murmuro, mi primera declaración desde mi grito desgarrador.
Su cara se ilumina y avanza hacia mi. Más preguntas. Más rápido que antes. Más altas. Más urgentes. En medio de la algarabía, le oigo preguntar: —¿Los viste?
Sí—, grazno. —Demonios.
Frunce el ceño. Pregunta otra cosa. Me desconecto. Los bordes de la realidad comienzan a nublarse. La locura se condensa a mi alrededor, me captura, me devora, haciéndome olvidar todo salvo las pesadillas.
Una habitación diferente. Policías distintos. Más exigentes que los otros. No tan amables. Haciendo preguntas en voz alta, parándose frente a mí, sosteniendo mi cabeza hasta que nuestros ojos se encuentran y tienen mi atención. Uno sostiene una fotografía de color rojo, un cuerpo separado por la mitad.
Gret,— gruño.
Sé que es duro—, dice un hombre, la simpatía se mezcla con la impaciencia —, pero ¿has visto quién los mató?
Demonios—, suspiro.
Los demonios no existen, Grubbs,— el oficial ruge. —Ya tienes edad suficiente para saberlo. Mira, yo sé que es difícil —, se repite,— pero hay que centrarse. Tienes que ayudarnos a encontrar la gente que hizo esto.
Eres nuestro único testigo, Grubbs,— murmura su colega. —Tú los viste. Nadie más lo hizo.
Sabemos que no quieres pensar en ello ahora mismo, pero tienes que hacerlo. Por tus padres. Por Gret .
El otro policía agita la foto frente a mi nuevamente. —¡Danos algo, cualquier cosa! — ruega. —¿Cuantos eran? ¿Has visto sus rostros o estaban con máscaras? ¿Cuánto presenciaste?¿Puedes...
Oscuridad. Adiós oficiales. Hola horror.
Gritos. Ensordecedores llantos. Miro a mi alrededor, preguntándome quién está haciendo tanto ruido y por qué no se calla. Entonces me doy cuenta que soy yo gritando. En una habitación blanca. Mis manos atadas por una camisa blanca ajustada. Nunca he visto una de verdad antes, pero sé lo que es: una camisa de fuerza.
Me concentro detener mis gritos, y poco a poco se desvanecen en un gemido. No sé cuánto tiempo he estado gritando, pero mi garganta está seca y duele, como si mi voz hubiera estado al limite durante semanas sin pausa alguna.
Hay una taza de plástico duro fijada en un soporte sobre una pequeña mesa a mi izquierda. Un sorbete sobresale de ella, acerco mis labios y trago. Coca-Cola. Me duele mientras baja por mi garganta, pero después de un par de sorbos es maravilloso.
Fresco, estudio mi celda. Paredes acolchadas. Luces tenues. Una puerta de acero con un panel de plástico fuerte en la mitad superior en lugar de vidrio.
Me tropiezo hasta el panel y miro hacia fuera. No se puede ver mucho -la zona es oscura, de modo que el plástico sobre todo actúa como reflector. Yo estudio mi rostro en el espejo improvisado. Mis ojos no son míos, inyectados en sangre,salvajes, con bordes negros. Mis labios mordidos por la desesperación. Arañazos auto-infligidos en mi cara. Mi cabello corto, más de lo que me gustaría. Un gran moretón en mi frente.
Un rostro aparece cerca del otro lado del cristal. Me caigo hacia atrás con miedo. La puerta se abre y una gran y sonriente mujer entra.—Está bien—, dice en voz baja. —Mi nombre es Leah. He estado cuidando de ti.
¿Do-don… dónde estoy?
En un lugar seguro, —ella responde. Se inclina y toca el moretón en mi frente con dos dedos suaves y gentiles. —Has pasado por el infierno, pero ahora estás bien. Todo será más fácil desde aqui. Ahora que saliste de tus delirios, nosotros podemos esforzarnos…
Pierdo el hilo de lo que Leah esta diciendo. Detrás de ella, en la entrada, imagino que un par de demonios –Vein y Artery. La parte sana de mí sabe que no son reales, sólo visiones, pero esa parte ya no tiene control sobre mis sentidos. Apoyándome contra unas de las paredes acolchadas, me pierdo en los demonios imaginarios, mientras bailan por toda mi celda, haciendo gestos ordinarios y mímicas de amenazas.
Leah sigue hablando. Los imaginarios Vein y Artery continúan bailando. Me vuelvo a sumergir en mis pesadillas casi con gratitud.



Dentro y fuera. Tranquilos momentos de realidad. Destellos repentinos de locura y terror.
Estoy recluido en un instituto para personas con problemas –eso es todo lo que cualquiera me dirá. No hay nombres. No me juntan con otros pacientes. Salas blancas. Enfermeras –Leah, Kelly, Tim, Aleta, Emilia y otras, todas agradables, todas preocupadas, todas incapaces de convencerme de volver de mis pesadillas cuando estas me atacaban. Médicos con nombres los cuales no me moleste en memorizar. Ellos me revisaban a intervalos regulares. Toman notas. Hacen preguntas.
¿Qué viste?
¿Qué aspecto tenían los asesinos?
¿Por qué insistes en llamarlos demonios?
Sabes que los demonios no son reales.
¿Quiénes son los verdaderos asesinos?
Uno de ellos me pregunta si yo cometí los asesinatos. Es una mujer de cabellos grises y ojos fuertes. No es tan amable como el resto. La ‘médico malo’ de los ‘médicos buenos’. Ella me presiona más cada día que pasa. Me muestra fotos que me hacen llorar.
La comienzo a llamar Doctora Masacre, pero sólo para mí, no en voz alta. Cuando ella viene con sus preguntas y sus ojos fríos, me abro a las pesadillas –siempre cerniéndose sobre los bordes, ansiosas por envolverme- y me pierdo del mundo real. Después de unos pocos desvanecimientos intencionales, es obvio que deciden abandonar estas tácticas de choque y eso es lo último que veo de la Doctora Masacre.

El tiempo se arrastra o desaparece en las pesadillas. No es el tiempo normal. No hay tardes perezosas o mañanas tranquilas. Los asesinatos son imposibles de olvidar. El dolor y el miedo contaminan cada vigilia y momento durmiendo.
Las rutinas son importantes de acuerdo a mis médicos y enfermeras, que desean poner fin a mi reclusión en las pesadillas. Están tratando que vuelva a la realidad. Me rodean con relojes. Me hacen llevar dos de ellos. Haciendo énfasis en las horas en las cuales como y me baño, hago ejercicios y duermo.
Una gran cantidad de píldoras e inyecciones. Leah dice que es sólo temporal, para calmarme. Dicen que no les gusta medicar pacientes aquí. Dicen que prefieren hacernos hablar sobre nuestros problemas, no hacernos olvidar.
Las drogas me insensibilizan a las pesadillas, pero también a todo lo demás. Imposible sentir interés o aburrimiento, entusiasmo o desesperación. Paseo por todo el hospital –tengo permiso, ahora que ya no soy violento- aturdido, como un zombi, mirando las caras de los relojes, contando los segundos hasta mi próxima píldora.

Me quitan las píldoras. Enfermo fuertemente. Ataques de gritos. Lucho contra las enfermeras. Ansío la insensibilidad. ¡Necesito las píldoras!
Ignoran mis gritos y súplicas. Leah explica lo que está pasando. Estoy en un plan de tratamiento a largo plazo. Las drogas pusieron fin a las pesadillas y me anclaron al mundo real –primer paso. Ahora tengo que aprender a actuar como una persona normal, libre de medicamentos depresores –segundo paso.
Trato de explicarle mi situación a ella –mis pesadillas no se irán, porque los demonios que vi eran reales- pero se rehúsa a escuchar. Nadie me cree cuando hablo sobre los demonios. Ellos aceptan que estuve en la casa en el momento de los asesinatos, y que fui testigo de algo terrible, pero no pueden ver más allá de los horrores humanos. Piensan que me imagino a los demonios para ocultar la verdad. Un médico dice que es más fácil creer en los demonios que en la maldad de la humanidad. Dice que una persona malvada es más aterradora que un demonio de fantasía.
¡Idiota! ¡No lo diría si hubiera visto la cabeza de cocodrilo de Vein o a Artery coronado por cucarachas!

Mejoro gradualmente. Perdí mi ansia de drogas y ya no tuve ataques. Pero no progreso tan rápido como mis doctores anticiparon. Sigo volviendo a caer en el mundo de las pesadillas, perdiendo mi control sobre la realidad. No hablo abiertamente con mis médicos y enfermeras. No hablo de mis miedos y dolores. A veces balbuceo incoherente y no puedo interpretar las palabras de quienes me rodean. O estoy mirando un árbol o arbusto a través de una de las ventanas del instituto durante todo el día, o no me levanto en la mañana, a pesar de los entusiastas esfuerzos de mis enfermeras. Lucho contra ellos. No creen mi historia, así que no pueden entenderme, por lo que no pueden ayudarme realmente. Por eso lucho contra ellos. Por miedo y rencor.
En algún lugar en medio de la confusión, llegan los familiares. Los médicos quieren que me centre en el mundo fuera del instituto. Piensan que la mejor manera de hacerlo es reintroduciendome a mi familia, derribando mi abrumadora sensación de soledad. Creo que el plan es que los visitantes se preocupen por mí, así yo querría estar con ellos, por lo que trabajan junto con los médicos cuando comienzan las preguntas.
Tía Kate es la primera. Me estrecha fuertemente y llora. Habla de Mamá, Papá y Gret sin parar, recordando todos los buenos momentos que puede recordar. Me ruega que permita a los médicos ayudarme, a hablar con ellos, para que pueda mejorar e ir a casa a vivir con ella. No digo nada, solo miro fijamente al vacio y pienso en Papá colgado boca abajo. Tía Kate se va menos de una hora más tarde, aun sollozando.
Más familiares pasan durante los siguientes días y semanas, rodeados por los médicos. Tías, tíos, primos –de ambos lados del árbol genealógico. Algunos son viejos conocidos. Algunos nunca los he visto antes. No respondo a ninguno de ellos. Puedo decir que son como los médicos. Ellos no me creen.
Muchas preguntas de mis cuidadores. ¿Por qué no les hablo a mis familiares? ¿Me gustan ellos? ¿Hay otros que prefiero? ¿Tengo miedo de la gente? ¿Cómo me siento sobre salir de aquí y quedarme con algunos de los que más me simpatizan por un tiempo?
Están tratando de enviarme fuera. No es que estén hartos de mi –sólo es el tercer paso en mi camino hacia la recuperación.
Ya que no me recupero trayéndolos aquí, esperan que el sabor del mundo real me haga más receptivo. (No he desarrollado un gran entendimiento en la forma de pensar humana –sé todo esto porque Leah y las otras enfermeras me lo cuentan. Dicen que es bueno que sepa lo que están pensando y cuales son sus planes).
Hago lo que puedo para darle lo que ellos quieren –Me encantaría poder curarme- pero es difícil. Los familiares me recuerdan lo que pasó. No pueden actuar con naturalidad a mí alrededor. Me miran con lástima –algunos con expresiones temerosas. Pero lo intento. Escucho. Respondo.
Después de tanta preparación y discusión, me paso un fin de semana con Tío Mike y su familia. Mike es el hermano menor de Mamá. Tiene una bonita esposa –Rosetta- y tres hijos, dos niñas y un niño. Gret y yo nos quedamos con ellos unas cuantas veces en el pasado, cuando Mamá y Papá se iban de vacaciones.
Ellos se esforzaron para hacerme sentir bienvenido. Conor, el hijo de Mike de diez años, me muestra sus juguetes y juega en la computadora conmigo. Es alegre y amable. Me habla sobre su colección de cómics y me dice que puedo coger unos tres prestados y si me gustan quedármelos.
Las chicas –Lisa y Laura- de siete y seis. Risueñas. No saben porque estoy aquí o son conscientes de lo que me ocurrió. Pero son agradables. Me hablan sobre la escuela y sus amigos. Quieren saber si tengo novia.
El sábado va bien. Siento el optimismo de Mike –el piensa que esto funcionará, que volveré a mis sentidos y recuperaré mi vida normal. Trato de creer que la salvación simplemente puede ser posible, pero interiormente sé que me estoy engañando a mi mismo.

Domingo. Un paseo por el parque. Jugando con Lisa y Laura en los columpios, Empujándolas más alto. Rosetta está cerca, mantiene un ojo vigilante sobre mí. Mike esta en la calesita con Conor.
¡Quiero bajarme! —Laura grita. La detengo y ella salta al suelo. —¡Mira lo que vi! —grita alegremente, y se precipita hacia un arbusto a un lado de los columpios. La sigo. Ella señala un ave muerta –pequeña, joven, su cuerpo destrozado, probablemente por un gato.
¡Cool! —Lisa jadea, viniendo detrás
No, no lo es, —dice Rosetta, que paseaba por el otro lado. —Es triste.
¿Podemos llevarlo a casa y enterrarlo? —Lisa pregunta
No sé, —Rosetta frunce el ceño. —Parece que ha sido…
Los demonios mataron a mis padres y a mi hermana, —interrumpo calmadamente. Las niñas me miran fijamente, con ojos enormes, —Uno de ellos le arrancó la cabeza limpiamente a mi papá. La sangre se derramaba. Como de un grifo.
Grubitsch, no creo… —dice Rosetta.
Uno de los demonios tenia el cuerpo de un niño, —continuo, incapaz de detenerme. —Tenía la piel verde y no tenia ojos. En vez de cabello, su cabeza estaba cubierta con cucarachas.
¡Es suficiente! —Rosetta dice bruscamente. —Estás aterrando a las niñas. No…
Las cucarachas estaban vivas. Estaban comiendo la carne del demonio. Si hubiera mirado con atención, estoy seguro de que habría visto su cerebro.
Rosetta se fue furiosa, Lisa y Laura la acompañaron. Laura lloraba.
Miro con tristeza al pájaro muerto. Las pesadillas se reúnen a mí alrededor. Imaginarios demonios ríen. La última cosa que veo del mundo real, a Mike dirigiéndose hacia mi, divido entre la preocupación y la furia.

El instituto. Días –¿semanas? ¿meses?- más tarde. Muchas preguntas.
¿Por qué les dijiste eso a las niñas?
¿Quieres hacer daño a otras personas?
¿Estás enojado? ¿Triste? ¿Asustado?
¿Te gustaría visitar a alguien más?
No respondo, o de lo contrario gruño como respuesta. Ellos no entienden. No pueden. No quise asustar a Lisa o Laura, o molestar a Mike y Rosetta. Las palabras salieron por si mismas. Los médicos no pueden ayudar. Si tuviera una enfermedad común, estoy seguro que me podrían curar.
Pero he visto demonios rasgar mi mundo en pedazos. Nadie cree eso, por lo que nadie entiende por lo que estoy pasando. Estoy solo. Y siempre lo estaré. Esta es mi vida ahora. Esta es la manera en que es.

Los familiares dejan de venir. Los médicos dejan de intentar. Dicen que me están dando tiempo para recuperarme, pero pienso que simplemente no saben como manejarme. Largos períodos solo, caminando, leyendo, pensando. Cansado la mayor parte del tiempo. Dolores de cabeza. Demonios imaginarios dondequiera que miro. Me es difícil retener los alimentos. Desnutrición. Enfermo.
Las enfermeras intentan recuperar mi espíritu. Días fuera –un circo, parques temáticos, cines y fiestas en mi celda. No es bueno. Sus esfuerzos se desperdician en mí. Me encierro en mi mismo más y más. Casi nunca hablo. Evito el contacto visual. Mis dedos se mueven nerviosamente y mi cabeza gira con el menor ruido extraño.
Cada vez peor. Yendo cuesta abajo.
Se habla nuevamente de píldoras.

Un visitante. Ha pasado mucho tiempo desde el último. Pensé que se habían dado por vencidos.
Es Tío Dervish. El hermano menor de mi padre. No sé mucho sobre él. Un hombre misterioso. Nos visitó un par de veces cuando era más pequeño. A madre nunca le gustó. Recuerdo que ella y Papá discutían sobre él una vez. —¡No vamos a llevar a los niños ahí! —le espetó ella. —No confío en él.
Leah admite al Tío Dervish. Le pregunta si le gustaría algo de beber o comer. —No, gracias—. ¿Me gustaría algo? Sacudo la cabeza. Leah nos deja.
Dervish Grady es un hombre flaco y desgarbado. Calvo en la cima, cabello gris en los lados, una barba gris escasa. Ojos azul claro. Recuerdo sus ojos desde que era niño. Pensé que se parecían a los ojos de mis soldados de juguetes. Le pregunté si estaba en el ejército. Se echó a reír
Está vestido completamente de mezclilla -jeans, camisa, chaqueta. Él luce ridículo- Gret decía que la mezclilla es de mal gusto en cualquiera de más de treinta años. Ella estaba en lo cierto.
Dervish se sienta en la silla del visitante y me estudia con ojos fríos y serios. Él es inmediatamente diferente a todos los que han venido antes. Mientras que los otros parientes se apresuraron a iniciar una falsa, alegre conversación, o llorar, o decir cuanto lo sienten, Dervish sólo se sienta y me mira fijamente. Esto me interesa, así que lo miro también, más atento de lo que he estado en las últimas semanas.
Hola, —le digo después de un largo minuto de silencio.
Dervish asiente con la cabeza como respuesta.
Trato de pensar en algo para continuar. Nada me viene a la mente.
Dervish mira lentamente mira por toda la habitación. Se pone de pie, camina hacia la ventana, mira hacia fuera el patio trasero del instituto, luego gira y vuelve a la puerta, que Leah dejo entreabierta. Asoma la cabeza, mira a izquierda y derecha. Cierra la puerta. Vuelve a la silla y se sienta. Se desabrocha la parte superior de su chaqueta de mezclilla. Saca tres hojas de papel. Las mantiene cara abajo.
Me siento más erguido, intrigado, pero receloso. ¿Esta es una nueva táctica de los médicos? ¿Le han dado a Dervish una nueva serie de líneas y acciones, en un intento de suscitar mi recuperación?
Espero que esto no sea un test de Rorschach, —sonrío débilmente. —He tenido manchas de tinta suficientes para vivir por un…
Dervish gira una hoja y me detengo en seco. Es un dibujo en blanco y negro de un gran perro con cabeza de cocodrilo y manos humanas.
Vein, —Dervish dice. Tiene una suave, lírica voz. Tiemblo y no digo nada en respuesta.
Gira la segunda hoja. Color esta vez. Un niño con piel verde. Bocas en sus manos. Fuego en sus ojos. Piojos en el cabello.
Artery, —dice Dervish.
Está mal el cabello, —murmuro. —Deben ser cucarachas.
Piojos, cucarachas, sanguijuelas –eso cambia, —dice, y vuelve la tercera. Esta es a color también. Un hombre delgado, de grumosa piel roja, ojos grandes de color rojo, con las manos destrozadas, sin pies, un agujero lleno de serpientes en el lugar en que debería estar su corazón.
Los médicos hicieron esto, —me quejo, apartando mis ojos, —Yo les dije sobre los demonios. Deben tener artistas que dibujen para ellos. ¿Por qué estas tu…
Tú no les dijiste su nombre, —Dervish me cortó. Golpea ligeramente la imagen. —Dijiste que estos dos eran sirvientes, y este era su señor, pero nunca mencionaste su nombre. ¿Lo conoces?
Vuelvo a pensar en esos pocos minutos de locura en el dormitorio de mis padres. El señor demonio no dijo mucho, Nunca me dijo quién era. Abro la boca para contestar negativamente…
Luego lentamente la cierro. No –él sí reveló su identidad. No recuerdo exactamente cuando, pero en algún lugar entre la locura lo mencionó. Examino mis pensamientos otra vez. Ubicando el momento. Fue cuando él me preguntó si sabia porque esto estaba pasando, si mis padres me habían contado la historia de…
Lord Loss, —dice Dervish, una fracción de segundo antes que lo dijera yo mismo.
Lo miro… inseguro… asustado… pero de alguna manera emocionado.
Sé que los demonios eran reales, —murmura Dervish, recogiendo los dibujos y volviendo a colocarlos dentro de su chaqueta, cerrando sus botones. Se pone de pie. —Si quieres venir a vivir conmigo, puedes hacerlo. Pero tendrás que arreglar este lío en primer lugar. Los médicos dicen que no respondes sus preguntas. Que saben como ayudarte, pero que no se los permites.
Ellos no me creen, —lloro —¿Cómo me pueden curar cuando piensan que estoy mintiendo sobre los demonios?
El mundo es un lugar confuso, —dice Dervish. —Estoy seguro que tus padres te enseñaron a hablar siempre con la verdad, y la mayor parte del tiempo es un buen consejo. Pero a veces hay que mentir. —Se acerca y se inclina, por lo que su rostro está a la altura del mío. —Estas personas quieren ayudarte, Grubitsch. Y creo que pueden. Pero no van a hacerlo si tu no los ayudas. Vas a tener que mentir, fingir que los demonios no existen, decirles lo que quieren oír. Hay que darles un poco para conseguir otro poco. Una vez que elimines esa barrera, pueden trabajar en arreglar tu cerebro, te ayudaran a lidiar con el dolor. Luego, cuando ellos hayan hecho todo lo posible, puedes venir conmigo si quieres y yo te ayudo con el resto. Te puedo explicar sobre los demonios. Y decirte por qué tus padres y tu hermana murieron.
Él se va.

Silencio aturdido. Largos días y noches de mucho pensar. Repitiendo el nombre del delgado demonio rojo. Lord Loss. Lord Loss. Lord Loss. Lord…
Dividido entre la esperanza y el miedo. ¿Podría Dervish estar aliado con los demonios? Mamá dijo: “No confío en él”. Estoy a salvo aquí. Irme podría ser una invitación al peligro y más dolor. No mejoraré en este lugar manteniéndome fiel a mi historia, desafiando a los médicos y enfermeras –pero no podre ser dañado. En el mundo real, podría tener que enfrentarme a los demonios de nuevo. Es más simple quedarme aquí y esconderme.

Una mañana me desperté con una pesadilla. En esta, yo estaba en una fiesta, con una máscara. Cuando me quité la máscara, me di cuenta de que había estado usando la cara de Gret.
Sentado en la cama. Temblando. Llorando. Miro por la ventana hacia el mundo más allá.
Decido.

Hago ejercicio. Como con sensatez. Aumento de peso. Hablo directamente con mis médicos y enfermeras, respondo a sus preguntas, dejando que entren en mi cabeza. “desnudando mi alma” Permito que me ayuden. Trabajo con ellos. Miento cuando tengo que hacerlo. Digo que vi humanos en la habitación esa noche. La policía viene y toma mi declaración. Un artista capta mis nuevas, realistas, descripciones de los asesinos. Mis médicos están orgullosos y me dan palmaditas en la espalda.
Las semanas pasan. Con ayuda y gran cantidad de duro trabajo, mejoro. Dervish tenía razón. Ahora que coopero con ellos, son capaces de ayudarme, incluso si estamos progresando en base a una mentira –que los demonios no son reales. Lloro mucho y aprendo mucho –cómo enfrentar el dolor, como confrontar el miedo y controlarlo- y poder guiarme fuera de la oscuridad, lentamente, dolorosamente, pero sin pausa.
En una tarde de sesión con un terapeuta, cuando yo juzgo que es el momento correcto, hago una petición. Muchas discusiones posteriores. Largos debates. Reuniones del personal. Llamadas de teléfono. Zumbidos y vacilaciones. Finalmente ellos están de acuerdo.
Hay un gran aumento. Gran cantidad de sesiones de terapia en profundidad y de corazón a corazón. Muchísimos test, para asegurarse que estoy listo, para convencerse que están haciendo lo correcto. Tienen dudas. Hablan entre ellos. Nosotros hablamos a través de ellos. Deciden a mi favor.
El ultimo día. Apretones de manos y números de contacto de emergencias en caso de que algo vaya mal. Besos y abrazos de mis enfermeras favoritas. Una tarjeta de Leah. Me enfrento a la puerta, una mochila al hombro con todo lo que tengo en el mundo. El miedo me angustia, pero decido llevarlo a cabo.
Dejo el instituto en la parte trasera de una moto. Conduciendo –mi salvador, mi salvavidas, mi esperanza- Tío Dervish.
Agárrate fuerte, —dice. —Los límites de velocidad fueron hechos para romperse.
¡Vroom!


Traducido por Arcanist y Shintzu