3.
La Bruja
Traducido
por: Jenni
Corregido
por: Jess
Paskinston
es un lugar callado, con un par de pequeñas tiendas, una desmoronada
escuela, una rechoncha, fea y moderna iglesia y no mucho más. Está
en el medio de la nada. A muchos kilómetros de cualquier ciudad o
pueblo. Los cortes de corriente son comunes. La recepción de radio y
televisión es mala. Los carros son antiguas carcachas. Es un lugar
donde esperas encontrar a mucha gente vieja, pero de hecho, la
mayoría de los aldeanos son padres jóvenes y sus hijos. Hemos
estado aquí ya casi un año. No es tan malo. Callado y limpio. Hay
muchos lugares abiertos alrededor. Nada de contaminación, ni
crímenes. Las personas son relajadas y amistosas. Algunos trabajan
en ciudades y pueblos, pero más que todo es local. Algunos son
artesanos y artistas. No llegan muchos turistas, pero los artesanos
―como papá los llama― abastecen muchas tiendas de turistas a lo
largo del país. Los instrumentos musicales son las especialidades de
los aldeanos. Tradicionales, tallados, credos con amor y empacados, a
un precio alto.
Papá
obtuvo mucho trabajo pintando instrumentos. No le pagaban muy bien
pero no necesitas mucho dinero en Paskinston. Está más feliz de lo
que alguna vez estuvo en la ciudad, al fin puede llamarse un artista.
Mamá ayuda a niños con problemas de aprendizaje, y suele dar
algunas clases en la escuela cuando alguno de los profesores está
enfermo. También está feliz, más de lo que ha sido desde que
Anabella murió.
Mis
papás ya nunca hablan de cuando Art y yo nos perdimos. Es un tema
prohibido. Si lo menciono cambian de tema inmediatamente. Una vez,
cuando lo mencioné, mamá me regañó, maldijo y me dijo que nunca
más lo mencionara.
¿Y
yo? Bueno, estoy bien. Papá tenía razón. Los niños son más
agradables que en la ciudad. Me hablan en la escuela, me incluyen en
sus juegos, me invitan a sus casas a leer y a jugar, me llevan a
acampadas dentro del pueblo en los fines de semana. Nadie me molesta,
o dice cosas feas, o me trata como a un fenómeno. (Claro que ayuda
que no menciono los parches de luz).
Pero
aun así no encajo. Me siento fuera de lugar. Es difícil hablar
libremente, unirme, comportarme naturalmente. Siempre siento que
estoy actuando. La mayoría de los niños de Paskinston nacieron aquí
o se mudaron cuando eran muy pequeños. Es el único mundo que
conocen y creen que es perfecto. No estoy de acuerdo. Aunque estoy
más feliz que cuando estaba en la ciudad, extraño el cine y los
museos. Excepto no tener amigos, extraño ser parte de una gran
ciudad cuando había algo nuevo que ver o hacer. El pueblo es lindo,
pero un poco aburrido. Aunque los niños son buenos conmigo, sigo sin
un verdadero amigo.
Pero
no me importa porque ya no me siento miserable. No estoy seguro de
porque pero no me siento solo últimamente. Estoy feliz de estar con
mamá, papá y Art. Especialmente Art. Puede que sea solo un bebé
pero, amo tenerlo conmigo, explicarle el mundo, decirle sobre libros,
televisión y la vida, tratar de enseñarle a hablar. Ya debería
hablar, pero hasta ahora no ha dicho ni una palabra. A mamá y papá
no les importa. Dicen que Einstein era más grande que Art antes de
hablar. Pero no creo que Art sea como Einstein, le gusta mucho jalar
orejas, morder a la gente y eructar para ser un genio.
Art
es todo lo que necesito del mundo ahora. Me hace compañía mejor que
cualquier amigo. Como dijo papá una vez cuando me sentía solo y
trataba de animarme: “¿Quién necesita amigos cuando tienes a la
familia?”
Para
llegar a la escuela, tengo que pasar por la casa de la bruja. La
“bruja” es la Sra. Egin. Hay treinta y siete familias, y seis
personas solteras en Paskinston, y todo el mundo se la lleva bien con
todo el mundo. Hay un gran sentido de comunidad. Todos se interesan y
velan por los demás, charlan entre sí cuando se encuentran en la
calle, y hacen grandes fiestas cada pocos meses, en donde todo el
mundo asiste, excepto la Sra. Egin. Ella vive sola en una casa vieja
y sucia, y casi nunca tiene nada que decirle a nadie. Sale a diario a
dar una larga caminata y a sacar agua del pozo. (Hay agua corriente
en Paskinston, pero la Sra. Egin y algunos otros prefieren sacar la
de ellos de un viejo pozo en el centro del pueblo). De otra manera,
raras veces se le ve. Pasa casi todo el tiempo con las puertas
cerradas, detrás de largas cortinas, haciendo lo que sea que hagan
las brujas. Estoy seguro de que no es una bruja, pero los demás
niños la llaman Pricklish, bruja de Paskinston. También algunos
adultos lo hacen.
No
hay una verdadera escuela en Paskinston, solo un establo modificado
que se usa como escuela hasta que los pueblerinos construyan una
apropiada. Hay tres maestros, (dos son voluntarios), viejos
escritorios, sillas tambaleantes, y un par de agotados pizarrones, y
nada más, excepto los viejos baños en la parte de atrás. Un cambio
radical comparado con mi escuela en la ciudad.
La
escuela está bajando la calle, a la derecha de la esquina donde
vivimos. Para llegar tengo que pasar por la casa de la Sra. Egin.
Podría ir por otro lado y dar vuelta alrededor de las casas si
quisiera. Pero la Sra. Egin nunca me ha hecho nada malo. Ni siquiera
me ha hablado en todo el año que hemos vivido aquí. Ni siquiera me
da miedo.
Hoy
salí de la escuela como siempre. Las clases empezaron a las nueve y
media de la mañana, pero normalmente llego a las nueve, para jugar
con los otros chicos que ya esten ahí. He intentando encajar, ser
como ellos, ser aceptados. No es que me preocupa si no lo hacen.
―
¿Te vas a la escuela? ―pregunta mamá cuando voy saliendo.
―Sí.
―
¿Quiéres llevar a Art a la guardería?
―Claro.
La
improvisada guardería es otro establo modificado, justo al lado de
la escuela. Seguido llevo a Art. Él es pequeño y delgado. Aunque
tiene una cabeza grande. Papá dice que es una señal de que tiene
mucho cerebro. Pero creo que es porque tiene el cráneo grueso.
¡Mejor para los cabezazos! Detengo a Art, quien intenta morder las
manos de un soldado de muñeco y lo levanto. El forcejea, ansioso por
terminar al soldadito.
―Basta―,
gruño. Art se calma de inmediato. Siempre hace lo que le digo. Es
más obediente conmigo que con mamá y papá. Mamá dice que es una
señal de que en verdad me quiere. Me siento orgulloso cuando dice
cosas así, aunque usualmente frunzo el ceño, no quiero que piense
que soy débil.
Art
es pálido como mamá, con cabello negro y sucio, parece que nunca se
lo lavara. Mamá siempre se queja de su cabello. Regularmente lo
amenaza con dejarlo calvo como yo. (No es que necesite una afeitada,
he sido calvo desde nacimiento). Ella dice que todos los chicos
deberían ser calvos. Hace mucho más sencillo cuando una mujer cuida
de ellos.
Lanzo
a Art en el aire y lo atrapo. Él se ríe y gorjea para que lo haga
de nuevo. Comparo mi piel con la suya cuando lo lanzo de nuevo. Soy
mucho más moreno, de un color más marrón cremoso. Más como papá
que como mamá. No parecemos hermanos, mamá dice que es bueno, así
no nos compararán cuando estemos más grandes. Bajo a Art y nos
dirigimos a la puerta, lo cargo como a una patineta, bajo uno de mis
brazos. Él mueve sus puños, buscando a algo que golpear. Casi nunca
me muerde o me golpea. Pero soy el único que está a salvo a su
alrededor. Ha dejado a mamá con un ojo morado un par de veces, y una
vez le mordió la uña a papá. Será una pesadilla cuando sea un
poco mayor.
Vamos
bajando por la calle. No hay nadie alrededor. Un callado día de
primavera. Los pájaros cantan en los arboles. Una vaca muge a la
distancia. Me siento calmado y felíz. Esperando el verano. Papá
dice que quizás vayamos a la playa por un o dos semanas. No hemos
ido de vacaciones desde que dejamos la ciudad. Estoy emocionado.
―
¿Nunca has ido a la playa verdad? ―le digo a Art. ―Es genial,
mas arena de la que puedes imaginar. Agua salada, no como la del
estanque de aquí. Algas marinas. Podemos nadar y hacer castillos de
arena. Comer helado y dulces. Te encantará. Y si no podemos ir,
bueno, iremos a acampar aquí. Encontraremos un lago, tal vez un
pueblo pequeño, con un cine y emocionantes juegos y…
―
¡Ladrón! ―alguien chilla.
Acabamos
de pasar la casa de la bruja. Miro hacia atrás. La puerta de
enfrente está abierta. La Sra. Egin está de pie en el porche. Sus
ojos son salvajes y ella está temblando. Su cabello normalmente está
atado en una cola de caballo, pero hoy está suelto, las hebras
flotando por su rostro con la briza.
―
¿Quién es el ladrón? ―murmura, tambaleándose hacia mí.
―
¿Sra. Egin? ¿Se encuentra bien? ¿Necesita que la ayude? ―bajo a
Art y lo pongo a mi derecha, cubriéndolo con mis piernas, en caso de
que se caiga encima de él. La Sra. Egin se detiene a menos de un
metro de nosotros. Murmurando para ella, palabras extrañas, ningún
lenguaje que conozca. Sus labios están sangrando, se los ha mordido
en varios lugares. Sus están dedos meneándose como diez serpientes
enojadas.
―
¿Sra. Egin? ―pregunto, suavemente, mi corazón se acelera.
―Que
lindo niño―, dice la bruja, sus ojos están fijos en Art. Él la
mira silenciosamente. La Sra. Egin se inclina e intenta alcanzarlo,
arrullándolo y sonriendo torcidamente.
―Déjelo―grito.
Arrastrándolo detrás de mí, parándome firmemente frente a él,
bloqueándole el camino.
―
¡No es tuyo! ―gruñe, mirándome. Nunca he visto que un adulto me
mire de esa forma, con un odio total. Me asusta. Siento ganas de
orinar. Muevo mis piernas para no tener un accidente. Pero tan
asustado como me siento, no me muevo. Estoy firme. Tengo que proteger
a Art.
―
¿Está enferma, Sra. Egin? –pregunto, mi voz suena más calmada de
lo que estoy.
―
¡Encúentralo! ―grita en respuesta. ― ¡Encuentra al ladrón!
Bonito bebé ―le sonríe a Art de nuevo, y luego murmura para sí,
como por un minuto, pero haciéndole gestos a Art, como si estuviera
lanzándole un hechizo. Miro en busca de ayuda pero no hay nadie. No
puedo solo quedarme aquí y dejar que siga. Sin decirle que haré y
sin quitar mis ojos de encima, me agacho, agarro a Art e
incómodamente lo subo a mi espalda. Art chilla felizmente, piensa
que le daré un paseo de caballito.
―Tenemos
que irnos ahora―digo, alejándome. La Sra. Egin sigue mirando a
donde estaba Art. Noto que los parches de luz alrededor de nosotros
están parpadeando. Están más cerca que de costumbre, como si nos
rodearan. Pero no puedo preocuparme por las luces, con la Sra. Egin
actuando como una verdadera bruja loca.
―
¡Pronto! ―ladra y sus ojos dan vuelta. ―Todo pasará pronto.
Pensaron que no estaba en mí. Dijeron que era débil. Pero se
equivocaron. Tengo el poder. Puedo servir. ―Sus manos se quedan
quietas. Sus ojos se suavizan. ―merese morir―, dice calladamente.
Lagrimas
de confusión y miedo resbalan por mis ojos. ―Sra. Egin, yo…
buscaré ayuda… buscaré a alguien que…
―
¡Ladrón! ―grita, callándome, loca y salvaje de nuevo. Sus manos
suben y bajan, y se agitan furiosamente contra mí.
―
¡Encuentra al ladrón! ¡Pronto! Ya verás. La loca y vieja bruja se
irá en una nube de humo. Boom, Kernel Fleck. ¡Boom! ―se ríe
histéricamente. Cuando escuchas a una bruja reír en una película
es gracioso. Pero esto no lo es. La risa me duele en los oídos, hace
que resuene desde dentro. Casi espero que comience a sangrar.
―Tengo
que irme―digo rápidamente y me volteo. Deslizando a Art frente a
mí, protegiéndolo de ella.
―Kernel―dice
la bruja, con un tono firme y frío. Con retinencia, me detengo y la
miro. ―No le dirás a nadie lo que viste hoy―. No es una
pregunta.
―Sra.
Egin…. Necesita ayuda… Creo…
Escupe
en el piso, al lado de su pie derecho. ―Eres un tonto. No soy la
que necesita ayuda, tu sí. Pero no importa. No le dirás a nadie.
Porque si lo haces. Entraré a tu cuarto en la noche cuando estés
dormido, y degollaré tu garganta desde tu oreja izquierda hasta la
derecha―. Usa un tembloroso dedo índice para ilustrarlo.
Eso
fué demasiado. Pierdo el control y para mi vergüenza, siento mis
pantalones mojados. Afortunadamente, la Sra. Egin no lo nota. Ya se
ha dado la vuelta. Camina a su casa. Se detiene frente a la puerta.
Mira arriba. Hay un parche de luz rosada de seis lados parpadeando
rápidamente sobre su cabeza. Lo alcanza y lo aprieta. El parpadeo se
detiene, como si la luz tuviera miedo y ella la calmara.
―Pensaste
que eras el único que podía verlas―dice cuando la miro, estoy en
shock―, pero yo también puedo. Ahora. Por un tiempo. Hasta que me
lleven.
Luego
entra a la casa y cierra la puerta. Por un largo rato me detengo ahí,
peleando con las lagrimas, mis oídos aun zumbando, quiero salir
corriendo y nunca regresar. Pero no puedo hacerlo. No puedo ir a la
escuela con los pantalones mojados. Así que me apresuro a casa,
apretando a Art fuerte contra mi pecho, alejándome lo más que puedo
de la casa de la bruja.
Gracias por el cap xD
ResponderEliminargracias por el cap cuando supes el otro?
ResponderEliminarhola me gustn las series de darren shan, gracias por la traduccion de los libros, me hace muy feliz leerlos.
ResponderEliminargracias de nuevo
Que fantastico capitulo. Cuando suben el proximo? Estoy Ansioso.
ResponderEliminarTengo que salir, pero vuelvo en 2 hs aprox. y subo el 4to cap.
ResponderEliminarSaludos